Un agente de policia le toca la
entrepierna a un drogadicto en
un cacheo rutinario.
Rutinariamente sospechoso.
No se miran. El drogadicto
me lanza un beso descompuesto
mientras me señala las venas.
No intuye nada.
Estan ocupados. Se valen de si
mismos para ejercer la muerte.
4 comentarios:
Es este morboso erotismo que tanto recuerda a la muerte el que no me abandona
Acabo de descubrir tu blog. Me gustan estas pequeñas dosis de metadona poética y fotográfica (Newton, Mapplethorpe... aquí estamos cerca). Agregado quedas.
El deseo y la muerte, siempre solapándose, sustituyéndose, eclipsando.
Uff, qué gran maestro Haas...
Algún día las canciones cantarán: "Arráncame la piel a tiras con tus besos..."
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